sábado, 19 de diciembre de 2009

INFORMATIVO 5 (NACIONAL): Construcción de la ciudadanía sexual. De sujeto sujetado a agente de cambio

Construction of sexual citizenship. From a subjected subject to an agent of changes

Por Clive Echagüe Alfaro y Jimena Silva Segovia *

Resumen

El núcleo de interés de este artículo, se ubica en las actitudes homofóbicas manifestadas en algunos sectores de la sociedad chilena. Éstas se analizan a través del caso de dos funcionarios de Carabineros de Chile, uniformados que fueron discriminados y presionados para renunciar a sus cargos por su orientación sexual. A nivel teórico, se pretende comprender la formación del sujeto masculino en esta institución, además cómo la institucionalidad es capaz de moldear la identidad sexual o de género. Para ello, se considera el estudio de las figuras simbólicas de masculinidad y virilidad, las cuales se articulan como comportamientos impuestos al género masculino, a partir de la socialización primaria hasta la institucionalización. Con este caso se puede ilustrar la circulación del poder institucional adscrita al discurso normalizador que penetra los procesos identitarios. En las conclusiones se exponen las vicisitudes que estos dos funcionarios, sujetos a los mandatos institucionales, logran emerger como agentes, empoderándose de derechos y obteniendo el reconocimiento de su elección de género, desbordando el poder y la censura de la organización.

Abstract
The cornerstone of this article are the homophobic attitudes noticed in some sectors of the Chilean society. Which, is analyzed in a case of two chilean Police man. Both officers were forced to quit their jobs because of their sexuality. On a theoretical view, it’s a main objective is to raise masculine workers in these institution (Carabineros de Chile). As well as, the institution is able to raise gender and sexuality. This, its considered, the study of masculine and virile symbols, which are behaviours established in the former socialization to the institutionalization. In this case, the institutional circulation of power can be illustrated,this one is inscripted in the normaliztion disscurse that takes over the identity processes. In the summaries are exposed the visceral situations, both officers are exposed to in the institution, which provoces facts to decrease their rights.They achive their sexuality rights recognizement overflowing the power and institutional censorschip.

Introducción

Desde la década de los años ochenta que las organizaciones de diversidad sexual vienen luchando por los derechos humanos de las minorías sexuales. Estos movimientos sociales, se han traducido en algunos avances legales como la derogación del artículo 365 del Código Penal chileno que penalizaba con cárcel las relaciones consentidas entre dos personas adultas del mismo sexo. Sin embargo, la violencia que se ejerce sobre hombres y mujeres, lesbianas, gays, transgéneros y bisexuales, se sigue registrando en los distintos medios de comunicación. Expresiones de dicha violencia, se visibilizan año tras año, como el incendio provocado en la discoteque “Divine” de Valparaíso en el año 1993, donde hubo casi una veintena de muertos (La Nación, 2006). Resaltan, además, la golpiza recibida por un travesti en la capital, el 19 de junio de 2004 (Opus Gay, 2004) y el ataque realizado por grupos neo-nazis contra un joven trabajador en el barrio El Golf (La Nación, 2006), entre tantos otros. Cabe destacar que desde 2002 a la fecha se han registrado más de 40 casos de personas transgéneros asesinadas, además de muertes que no han salido a la luz pública (Opus Gay, 2007), y denunciados por organizaciones de defensa de los derechos de las minorías sexuales. Es así como la violencia hacia esta población traspasa desde lo individual hacia lo institucional público de nuestro país. Es el caso que se expone en este ensayo: la controversial expulsión de dos funcionarios de Carabineros de Chile por su condición homosexual. Este hecho acaparó la atención de todos los medios de comunicación a nivel nacional. A lo largo de este trabajo, se pretende dar respuesta a la siguiente interrogante: ¿cuáles son las consecuencias de las tensiones de género de la sociedad chilena que se reflejan en la institución Carabineros de Chile?
Para responder esta pregunta, se trabajará desde una perspectiva socio construccionista y de género, que permita aproximarnos a la problemática central, desde los mecanismos del poder discursivo normalizador. Aproximación que sitúa la exclusión como núcleo central y la homofobia como su consecuencia. De esta manera, se quiere visibilizar la capacidad de agencia de los suboficiales denunciantes y exponer cómo esta confrontación con el sistema de hegemonía masculina imperante en la institución, se tensiona hasta vencer el silencio impuesto, resquebrajando una censura rígida y opresiva.
Masculinidad ofendida: exclusión y homofobia
Este trabajo intenta aportar a la defensa de los derechos humanos, en el sentido de vencer los discursos dominantes, sobre lo considerado normal y anormal; discursiva de base que forja los dispositivos de la exclusión hacia las minorías sexuales, la cual se instala en el imaginario social, alimentando la homofobia y generando violencia social. Las actitudes de discriminación contra las personas homosexuales, se han descrito de diversos modos durante los últimos 40 años. En 1972, el psicólogo George Weinberg publicó “La Sociedad y el Homosexual Sano” e introdujo un término que era nuevo para la mayor parte de los detractores, conocido desde entonces como homofobia. Con esta palabra, Weinberg claramente desafiaba el anquilosado pensamiento acerca del “problema” de la homosexualidad” (Herek, 2004:7).
Primeramente la homofobia fue entendida como “el miedo a estar con un homosexual en un cuarto cerrado” (Weinberg,1972 citado en Tin, 2003:35). Este concepto es bastante pobre, tomando en cuenta que el miedo es una emoción construida a propósito de la socialización, que crea imágenes aterrorizantes sobre ciertos eventos o personas. Mucho más explicativa resulta la definición del sociólogo Wetlzer–Lang (citado en Tin, 2003:125). Éste sugiere que la homofobia es la reacción “de modo más extenso, de la denigración sobre los hombres de cualidades consideradas femeninas y, en cierta medida, de las cualidades consideradas masculinas en las mujeres”. Además, se describen los distintos subtipos de homofobia como: “la homofobia particular”, ejercida contra gays y lesbianas, y la “homofobia general”, que toma forma social a propósito de la construcción y jerarquización de los géneros masculino y femenino” (Wetlzer-Lang citado en Tin, 2003:126). Estas definiciones dan cuenta de discursos que se han ido generando desde las distintas instituciones normalizadoras como la escuela, la familia, la milicia, entre otras. Discursos que circulan difundiendo contenidos sobre el bien y el mal, la moral, y ciertos valores dominantes al género masculino como, por ejemplo, la valentía y el coraje, la conquista de las mujeres, etc.
En los íconos de la masculinidad chilena, a nivel sociocultural e histórico, se pueden ilustrar figuras productos del discurso como el mapuche (figura guerrera y valiente), el huaso (figura masculina y llena de coraje), el “calichero de las pampas” (mujeriego y resistente), el minero (fuerte, trabajador, esforzado, sustento del hogar). Representaciones contenidas en el imaginario nacional, que supondrían una construcción de figura masculina, predominante en las raíces de la identidad chilena. En este escenario, se podría pensar que la sociedad nacional sentiría cierto temor y rechazo a la homosexualidad, a propósito de algunos comportamientos que pusieran en cuestión las figuras de virilidad del hombre, base de la familia; aquellas expresiones ligadas a lo femenino, débil y amanerado.
En el estudio estadístico realizado por psicólogos sociales, en el año 2008, con estudiantes universitarios, “Actitudes explícitas e implícitas hacia los homosexuales en Chile”, Cárdenas, Barrientos y Parra, midieron actitudes homofóbicas en una muestra de 73 hombres y 44 mujeres heterosexuales, de 17 a 25 años. Sus resultados revelaron que los hombres heterosexuales desarrollaban más prejuicios implícitos que las mujeres. Además, dieron a conocer que los prejuicios hacia los homosexuales no solo son explícitos, sino que también existen formas implícitas de discriminación hacia ellos. Estas actitudes también podrían ser comprendidas por la socialización de género, concebido como una norma internalizada desde los discursos dominantes sobre el ser hombre y mujer (Butler, 2006). Normativas socioculturales basadas en la sobrevalorización y prestigio de las cualidades consideradas masculinas y la desvalorización de las cualidades estimadas femeninas.
Estos y otros estudios dan cuenta que la homofobia se encuentra presente en los comportamientos sociales en Chile (FLACSO, 2001, 2002; Barrientos, 2005) y que en la actualidad esta forma de discriminación se refleja la mayor parte de las veces, a través de actitudes inconscientes, implícitas y automáticas. Además de modos más elaborados y sutiles, que en el pasado (Cárdenas et al, 2008). Estos hallazgos contribuyen a entender que si culturalmente la sociedad chilena, mantiene un comportamiento discriminador hacia los homosexuales, también se pueden encontrar en las instituciones. Más aún, en una forjadora de masculinidad hegemónica como Carabineros de Chile, entidad basada en un orden vertical y jerárquico que funciona a través de la obediencia escalonada.
El año 2007 se dio a conocer públicamente, a través de los medios de comunicación, el caso de dos carabineros homosexuales excluidos de la institución. En el mismo periodo, otro funcionario retirado afirmó haber vivido la misma experiencia el año 2002 (La Nación, 2007). En ese caso, las autoridades policiales al conocer su opción sexual, le presionaron a abandonar la entidad. Es conocido públicamente que al interior de Carabineros, se organizó un montaje que lo involucraba con drogas y narcotráfico; movimiento interno de la institución que garantiza su exclusión, no por su condición sexual, sino por violaciones al reglamento interno de la institución. Además, se dieron a conocer casos similares de homofobia policial como los de E.A.V.S y Manuel Rojas, junto a su pareja gendarme y la del ex subcomisario de Investigaciones, César Contreras. Es sabido que en ningún artículo del reglamento se estipula una sanción por homosexualidad en sus funcionarios.
En este artículo se estudiará el caso de los dos funcionarios que denuncian públicamente el año 2007.
Antecedentes del caso: “retiro voluntario”
El 10 de octubre del año 2007, el MOVILH (Movimiento de Integración y Liberación Homosexual) anunció por la prensa escrita y la televisión nacional que acusaría de discriminación a Carabineros de Chile, por la expulsión de dos funcionarios gays bajo presiones y acoso moral (La Nación, 2007). La organización dio a conocer la noticia, luego que estos uniformados fueran obligados a firmar su baja, determinación adoptada luego que se supiera que los funcionarios mantenían una relación amorosa de más de un año. La institución argumentaba que los policías habían firmado el acta voluntariamente. Esta denuncia causó revuelo nacional. El caso fue llevado a la Comisión de Derechos Humanos del Congreso Nacional. Los dos ex carabineros, Víctor Ricardo Rivas Pastrana (24), de la 11 Comisaría de Lo Espejo y Armando Esteban Salgado Jara (20), de la dotación de la 40 Comisaría de Fuerzas Especiales, ofrecieron su testimonio en distintos medios nacionales, a fin de informar sobre su experiencia de discriminación y homofobia, denunciando el 9 de octubre de 2007, a través del canal Chilevisión, que habían sido apartados de la institución (MOVILH, 2008)
Los afectados declararon haber sido amedrentados. “Ésta es una institución bien ‘machita’, le habían señalado sus superiores, para invisibilizar el problema. Además, para evitar que saliera a la luz pública, debía firmar la “baja voluntaria”, según lo declarado por el ex Carabinero Salgado al diario El Mercurio de Santiago, el 10 de octubre de 2007. En tanto la pareja de Salgado, el ex carabinero Rivas, fue amenazado con la divulgación de su vida privada y dar a conocer el asunto a su familia. Además, de la presión psicológica ejercida sobre él, ya que “le iría mal en la vida civil” y no podría “hacer nada fuera” de Carabineros, si esto se sabía (El Mercurio, 2007). Estos antecedentes, los decidieron a buscar ayuda legal para resguardar sus derechos y reincorporarse a la institución.
Marco de referencias teóricas
Para comprender el proceso reflexivo al que recurren los dos uniformados discriminados de Carabineros de Chile, partiremos desarrollando nociones como la formación del sujeto sujetado hasta llegar a una noción de agencia, que les permite accionar por su defensa y ampliación de derechos ciudadanos.
Formación del Sujeto
Sobre la formación del sujeto, Butler parte desde la noción de poder de Foucault, nombrando al poder como un ente ambivalente que tanto subordina como produce al sujeto. El poder no solo es condición de la existencia del sujeto, sino también una condición de su reflexibilidad, entendida como formación y funcionamiento de la conciencia. Para Butler, el momento de la formación de la conciencia se inaugura mediante una sumisión primaria al poder, que consiste en una dependencia sobre un discurso que inicia y sostiene su agencia (Butler, citada en Romano, 1999:315-316).En tanto, se puede apreciar como la institución ejerce y establece un poder previo, referido al discurso dominante, que produce y subordina a aquellos que deciden formar parte de un determinado grupo. Éste opera mediante un discurso que impone normas y un régimen de comportamiento. La institución está dotada de prácticas y normas sociales que no se pueden transgredir sin ser sancionados (Foucault, 2002), forjando de esta manera, emblemas y dogmas, que van sujetando a los miembros de éstas, imponiendo de manera implícita y explícita prácticas (dotadas desde el discurso) a través de las cuales, el sujeto va afirmando su condición como parte del grupo.Desde esta perspectiva, el sujeto va siendo sujetado a pautas de conciencia y reflexión específicas, acerca de cómo debería comportarse un hombre en los diversos escenarios sociales: la casa, la escuela, la pareja, la familia, las instituciones. En Carabineros de Chile este discurso se magnifica, idealizando la figura del “carabinero ideal”, (“un amigo en tu camino”) figura que se instala en el imaginario de la población y al interior de la misma institución con ciertos rasgos. Estos se caracterizan por esperar del carabinero un hombre protector, fuerte, dominante, valiente, intachable, infalible, entre otras características.
Los dos uniformados, al romper con lo establecido institucional y socialmente, con su opción sexual, transgreden las sujeciones y deben enfrentar la exclusión y, en el proceso por defender sus derechos, va emergiendo la agencia en ellos. Desde esta perspectiva, para que el sujeto emerja agente, debe establecerse una relación con el poder institucional, a través del cual son sujetados e intentan forjar su individuación (Foucault, 2002). El sujeto buscará desentrañarse, adquiriendo el sentido del “yo” por medio de esta misma relación. Desde la propuesta de Butler (1993) y Haraway (1995), el término agencia se aplica para comprender las transformaciones subjetivas, fundamentalmente por cuatro razones: 1) Porque nos permite entender la capacidad de actuar (agencia) no como propiedad individual, sino como posibilidad (poder hacer) compartida. Esto implica vincular la capacidad de acción con una concepción relacional del poder; y no entender ésta como un volumen de almacenamiento propiedad de un sujeto-agente. 2) Porque nos permite entender la acción como mediación entre flujos de acciones y vincular esta mediación al compromiso ético-político con una ubicación en el espacio social determinada -frente a las concepciones objetivistas de la acción que pretenden hablar desde ninguna parte (Haraway, 1995). 3) Porque nos permite incorporar la noción de responsabilidad como construcción semiótica y material de una entidad, acontecimiento o práctica como elemento dinamizador de la acción. 4) Porque subvirtiendo la distinción entre sujeto y estructura nos permite entender la capacidad de actuar como capacidad de generar conexiones entre entidades y procesos heterogéneos (Ema, 2004:14). De esta manera, luego de haber sido sujetados en una dependencia primaria con la institución, los dos carabineros generan una dinámica de negación de esta sujeción, con el fin de afirmar e identificarse como un “Yo” homosexual agente. Esto explicaría la ruptura que se produce con los emblemas propios de Carabineros de Chile como institución. Ésta forma a “sus sujetos”, subjetivándolos con el discurso que impone un “ideal ser carabinero”, toda vez que la homosexualidad se tipifica como una trasgresión de los valores tradicionales de la familia y la sociedad, en el discurso hegemónico heterosexual dominante. Así se puede observar en parte de su misión que dice: “Los valores que constituyen el pensar, sentir y actuar de Carabineros de Chile, son la fuente desde donde emanan las virtudes cardinales que desde siempre han acompañado a sus integrantes y desde las cuales cada hombre y mujer carabinero, potencia e impulsa su diario bregar. Éstos son: Prudencia, justicia, templanza, fortaleza, dignidad humana, protección de la vida, principio de proporcionalidad, secreto profesional, honestidad profesional, imparcialidad profesional, lealtad a la misión, y honor de Carabinero”.(…) “Ser una Institución integrada con la comunidad, que cuida de los suyos y se esmera en entregar un servicio de calidad, que la legitima y la hace requerida por la sociedad”. (http://www.carabineros.cl/).
Identidad sexual y de género
Siguiendo con el análisis sobre la homosexualidad, desde una perspectiva de la construcción de la identidad de género, éste es el mecanismo a través del cual se producen y se naturalizan las nociones de lo masculino y lo femenino, pero el género bien podría ser el dispositivo a través del cual dichos términos se desconstruyen y se desnaturalizan. De hecho puede ser que el mismo dispositivo que trata de instaurar la norma, funcione también para socavar esa misma instauración, que esta sea incompleta por definición (Butler, 2006:70).Además, Butler sostiene que el género es una norma, entendiendo ésta como un ente que opera dentro de las prácticas sociales, como el estándar implícito de la normalización. Las normas pueden ser explicitas; sin embargo, cuando funcionan como principio normalizador de la práctica social a menudo permanecen implícitas (esto viene a reafirmar los hallazgos realizados por Cárdenas, et al, 2008). La norma rige la transparencia, permite que ciertos tipos de relaciones sean reconocibles como tales, imponiendo una legibilidad sobre lo social y definiendo los parámetros de lo que aparecerá y lo que no, dentro de la esfera social (Butler, 2006). De esta manera, el sujeto espera, un estilo de comportamiento o una lectura de comportamiento sobre otro sujeto. Por ejemplo, un hombre sabría como tratar a otros en términos de distanciamientos. Bajo estos términos de distanciamiento, se espera que el otro actúe de determinada forma, de manera de recibir, por ejemplo, un abrazo con palmoteos en vez de un beso en la boca, lo que sería un código y una norma que el sujeto espera del otro.
Carabineros de Chile, como cualquier otra entidad que responde al discurso normalizador, de manera implícita adquiere las normas que conllevan el ser parte del género masculino. Esta adquisición hace posible que las acciones y las prácticas llevadas a cabo por ambos funcionarios sean legibles en la esfera social y dentro de su misma institución. En cierto modo, es la transparencia del género lo que los hace inteligibles a otros sujetos. Así se conciben relaciones más amplias y seguras en el proceso de socialización, incluyendo una serie de dispositivos tales como “el respeto a la institución” por parte de la comunidad, aunque no sea siempre de manera recíproca.



El mecanismo normativo del género naturaliza de cierta forma lo femenino y masculino, instaurándolos como señal determinante en los funcionarios, resaltando actitudes, orientación sexual; en definitiva; comportamientos que responden a las figuras varoniles. A su vez aprecia como se desconstruye y se rompe la normativa establecida, a través de un nuevo género: el “genero homosexual”. Según Wittig este tercer género promete trascender la restricción binaria del sexo impuesta por el sistema heterosexual obligatorio (Wittig, citado en Butler, 2001), fundamento de los discursos que responden a la base de la sociedad, la familia.
La identidad sexual está culturalmente construida como el género; tal vez siempre lo fue, con la consecuencia de que la distinción entre sexo y género existe como tal, entonces no tendría sentido definir el género como la interpretación cultural del sexo, si este es ya de suyo una categoría dotada de género. No debería concebirse el género sólo como la inscripción cultural del significado en un sexo predeterminado (concepto jurídico); también debe designar el dispositivo mismo, la producción mediante la cual se establecen los sexos entre sí. Como resultado, el género no hace a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el género también es el género discursivo/cultural mediante el cual la naturaleza (naturaleza asexuada, “o un sexo natural”) se produce o establece como “prediscursivo”, previa a la cultura; una superficie políticamente neutral, sobre la cual actúa la cultura (Butler, 2001; pag 40).
El género culturalmente se podría interpretar como la noción de sexo, un imaginario que no concibe un tercer género. Es decir, las características son atribuidas a hombre-mujer por características de género y de sexo por iguales, como si el sexo dotado del género deviniera desde la naturaleza o de las supuestas leyes naturales. Podría decirse que estas características del sexo-género, son la base para la integibilidad de los sujetos y de la socialización, la normatización del género. De esta manera, se va generando la censura de la homosexualidad en las instituciones militares o policiales (Butler, 1997:217). Es de este modo cómo se van demarcando las diferencias entre sexos instaurando el sexismo y casi confundiendo este término con la masculinidad. Los sujetos van formando su identidad sexual o de género concibiendo estas dos como lo mismo, sin distinguir entre el género y el sexo. Hay sujetos que sin duda lo hacen, es el caso del travestismo, del transformismo, la homosexualidad, en donde los sujetos son capaces de separar género/sexo, género quizás como una alternativa u opción sexual, y sexo como el órgano sexual o el aparataje biológico al cual responden.
Asimismo, en las instituciones estas generalidades son interpretadas de tal manera, que van construyendo una base de sustento en lo legal, lo médico y en “lo natural”, siendo el gran sustento para esta concepción binaria del género, los principios de la sociedad, aún muy afiatado a los discursos públicos y privados de nuestra cultura. De esta manera, se articulan ciertas “facultades” que solo uno de los sexos puede cumplir, ¿Por qué una mujer no puede ser obrera?, ¿o taxista? Hoy se puede ver en el escenario social, pero hay organizaciones conservadoras de un discurso moderno, que no lo conciben y, por tanto, condenan estas prácticas. Ahora bien, con la entrada de la mujer a estos campos laborales se desborda y deshace lo que culturalmente hace al sexo. Se atribuyen características o trabajos solo para hombres en labores hechas ahora también por mujeres, asimismo como hay hombres que realizan actividades que deberían efectuar sólo mujeres, como es el caso de los primeros educadores de párvulos o estilistas.
La agencia de los dos ex uniformados permite cuestionar públicamente el accionar de Carabineros de Chile, por aplicar las concepciones binarias de género, imponiendo su concepto de masculinidad y respondiendo al sexismo imperante en la sociedad chilena. Se requiere la tarea de repensar las normativas institucionales, que contribuyan a la ampliación y modernización de las mentalidades, incorporando en el imaginario de Carabineros, la diversidad sexual que no excluye la eficiencia y efectividad del rol. Los ex funcionarios Rivas y Salgado son, sin duda alguna, claro ejemplo de esta modernización. Incluso el Presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, Sergio Aguiló, brindó su apoyo a los afectados declarando: “Estamos hablando de funcionarios jóvenes, muy bien calificados, de conducta intachable; son funcionarios con una gran vocación. Se detectó que estos funcionarios tenían una orientación homosexual y en base a aquello se les condenó y presionó para que ellos abandonaran voluntariamente la institución” (http://www.asociatividad.cl/).
Las construcciones sociales del género: masculinidad y virilidad
Dentro del lenguaje, el concepto ‘masculino’ no sólo nombra a uno de los sexos, sino que es un constructo pensado para identificar en lo humano, la razón (masculina). Ésta se valida en tanto es falocrática, dividiendo los dos sexos. De este modo, masculino asociado a hombre se entiende, en palabras de Ibáñez como “el término ‘hombre’ designado a la mayoría dominante y a la ley de la dominación: los hombres se dividen en hombres y mujeres. La intersección entre ambos conjuntos es vacía (los homosexuales son excluidos del escenario social) (Ibañez citado en Rodríguez, 2001:2). De esta manera, todo aquello que no esté inserto en el conjunto hombres o en el conjunto mujeres, no se reconoce como existente, es nulo.
Ser masculino apunta no solo a sexo, a “tener pene”, sino a una serie de características de género, a propósito de las concepciones heterosexuales y binarias del género, que denotan la virilidad. El hombre debe ser fuerte, grande, fornido. Así, física y psíquicamente, el ser masculino ubica al hombre en una jerarquía de mayor prestigio. A través de esta jerarquía, el hombre está situado socioculturalmente, más arriba que la mujer. Respecto a las jerarquías sociales, desde la primera institución como la familia, “el padre de familia” siempre está de alguna manera situado como el cabecilla de un sistema. Desde las concepciones bíblicas. el hombre y la mujer están en un orden: primero el hombre y luego la mujer. Estos discursos se han ido internalizando, producto de la colonización en un primer momento y luego la cristianización de los habitantes de Latinoamérica. Entonces estos discursos constituyen al género y al sexo socioculturalmente, forjando desigualdades entre los mismos. En Carabineros de Chile, por ejemplo, existen estas relaciones de jerarquía y mandato vertical, características institucionales que denotan la concepción binaria del género y la masculinidad, que son la base de sustento en la institución. Su himno, por ejemplo, expresa: “duerme tranquila, niña inocente/ sin preocuparte del bandolero,/que por tu sueño dulce y sonriente/ vela tu amante carabinero” (http://www.carabineros.cl/).
Particularmente esta estrofa alude a la figura protectora que se instala en el imaginario social sobre los miembros de esta institución, de una manera masculina. “Carabinero” en jerarquía de protección y vulnerabilidad a “la niña inocente”, que ilustra la simbólica central levantada en torno a esta figura. Asimismo, por ese carácter protector construido en torno a sus funcionarios, se inviste toda la institución de emblemas de heroísmo, intrepidez, bravura, características asociadas simbólicamente al sexo masculino; por tanto, la institución misma se levanta como ícono falocentrado.
El ser masculino-heterosexual implica, de cierta manera, una simulación (Baudrillard, 2002). Esto se explica en el sentido de que el ser humano al ser socializado bajo ciertos patrones rígidos de comportamiento, incorpora pautas que se traducen en guiones para la acción en la vida social. Estos guiones se internalizan al interior de los grupos socializadores inscribiéndose desde el discurso hasta la práctica. Ser masculino en sociedades jerarquizadas y autoritarias se impregna de sexismo, marcando desigualdades respecto al sexo y al género. En el caso de instituciones como Carabineros de Chile, en donde la masculinidad es un aspecto intrínseco, propio de aquella institución, imponer “orden” es una actitud o un imaginario que sitúan a estos hombres en razones de poder “por sobre los demás”. Un carabinero es más que un ciudadano común y corriente; debe ser, entre otras exigencias, masculino y, por ende correcto, intachable ante los ojos de una sociedad heterosexual dominante. Se consuma así una normalidad dotada de masculinidad y, por tanto, del simulacro masculino que engendra la institución y que produce también a sus miembros. Dentro de este simulacro masculino, la intersección entre ambos sexos “hombre y mujer”, masculino y femenino a la vez, un homosexual sería en este sentido, inadmisible (Rodríguez, 2001). El papel que puede cumplir un homosexual puede ser mirado desde las perspectivas masculinas, como una manera de intersección entre ambos sexos. En un sentido más simple, porque es un hombre que gusta de otros hombres y, por supuesto, ese es un comportamiento esperado en las mujeres.
Si un hombre es capaz de intersectar ambas funciones, masculinas y femeninas, es nulo e inteligible (Ibáñez citado en Rodríguez, 2001). Entonces, según estos postulados, en una institución como Carabineros de Chile ser homosexual y mantenerse en sus filas es una transgresión institucional, que amerita sanción ejemplificadora. Más aún, lo será hacer pareja al interior de la institución. Esta opción resulta un grave quebrantamiento de la base valórica y moral que sostiene la masculinidad hegemónica de Carabineros, al fragilizar el edificio normativo públicamente. Desde la perspectiva institucional, ésta se vería desvalorizada ante los ojos de la sociedad. Esta figura se ilustra en el discurso de:
El mayor Muñoz repitió la pregunta, pero esta vez indagó en su relación con Salgado. Rivas negó todo. La respuesta de Muñoz a las negativas fue dura: “Ya sabís ya, poh, firma tu baja voluntaria, si no te vai a ir por la puerta chica. Te va a ir mal en la vida civil, le vamos a contar a tu familia. La Dipolcar [Dirección de Inteligencia Policial de Carabineros] los investigó, tenemos pruebas, no me hagas abrir las carpetas” (Testimonio de ex carabinero Rivas, La Nación 14 de Octubre, 2007).
Como resultado de esta tensión entre la ampliación de las prácticas afectivas y sexuales de sus miembros y el orden interno e imaginado por sus representantes y la sociedad misma, los carabineros transgresores deberían salir de la institución. Se les expulsa, porque se ubican precisamente en ese punto de lo vacío, nulo, entre lo masculino y lo femenino. Simbólicamente se les niega realidad y existencia. Se les censura por hacer pública esta diferencia, quedando expuesta la homofobia como formas de respuesta, frente a lo aterrorizador que resulta lo “otro”, diferente o desconocido. La homosexualidad como una de las expresiones humanas que amenazan la regulación y normalización institucional a la que se someten sus autoridades y sus miembros. Esto demostraría que las instituciones policiales operan con cuotas de un poder instituido, como diría Castoriadis (1989) el que les ofrece continuidad a lo largo de la historia. Estos dos carabineros vendrían a ejercer otro poder instituyente, que es el que genera cambios, el que produce transformaciones, remece las estructuras generando desequilibrios. Poderes que hacen avanzar a las sociedades, que las flexibilizan abriéndose a nuevos discursos, nuevos lenguajes y nuevas prácticas.
El poder, el discurso normalizador y la censura
Como se ha explicado anteriormente, la homosexualidad es condenada por la institución a través de estos dos carabineros obligados a renunciar. Aquí situaremos el núcleo del problema: el sujeto anómalo que emerge como un monstruo, sujeto homosexual que correspondería, según Foucault (2001:61), al “monstruo sexual”, práctica considerada por la sociedad de tradiciones como una desviación, una malformación en el género o una enfermedad.
Me quitaron todo: mi uniforme, mi tica, mi placa. Me estaban echando como si fuera un delincuente. (Testimonio del ex uniformado Salgado en La Nación, 14 de Octubre de 2007) Según ese enfoque, que ha sido cuestionado por las convenciones de defensa de las minorías sexuales, resulta una violación a los derechos humanos, toda vez que estos sujetos cumplían con las exigencias reglamentarias de su función. Sin embargo, para una institución como Carabineros de Chile, esto es claramente inaceptable.
Rivas en un comunicado a la Radio Cooperativa el 11 de octubre del 2007 señaló: “nunca dimos que hablar, ni manchamos el uniforme (…) siempre mantuvimos en reserva nuestra relación”. Estos mecanismos de censura que operan entre los militares, están implicados en la eliminación de figuras como la homosexualidad por atentar contra las normas que gobiernan la masculinidad del sujeto militar masculino y femenino. Es posible pensar que el rechazo a la homosexualidad en el ámbito militar, responda a la idea de evitar el debilitamiento de la fuerza, cohesión y unidad, atribuida imaginariamente a la heterosexualidad como verdad imperante. Estos debates han sido ampliamente conocidos ya en Estados Unidos en los años 70’s, a propósito de la constante persecución de militares hombres y mujeres homosexuales. La “salida del closet” y la defensa de su derecho a pertenecer a instituciones uniformadas a nivel legal, logró la promulgación de políticas públicas implícitas de género y comportamiento sexual que favorecieron su permanencia y reinserción (Butler, 1997:217). En Chile el escenario, al parecer, es totalmente distinto. Casos como estos, pocas veces han salido a la luz pública y no se ha logrado grandes beneficios en términos de derechos para la población militar.
Aceptar que dos integrantes declaren su opción homosexual, en las filas uniformadas, resulta una empresa difícil para la institución de Carabineros. Fundamentalmente, si se toma en cuenta cómo opera el imaginario social al interior y al exterior de los cuarteles y en la sociedad. Este caso pone a la ciudadanía de frente a la discriminación y homofobia, como fenómenos que no logran emerger de los esquemas rígidos de pensamiento de la sociedad chilena. Pareciera que no se logra expandir las herramientas reflexivas con que se cuenta, hasta lograr armonizar prácticas con discursos, desarrollando dinámicas relacionales que fluyan en sintonía con los tiempos actuales y los procesos de subjetivación humana, que han avanzado y se han diversificado. La velocidad de los cambios es mayor en comparación con la capacidad instalada en las/los ciudadanos para comprender la diversidad. Como mecanismo de defensa todo aquello que se visualiza diferente, es excluido del campo de aceptación; actitudes que van alimentando la homofobia y la intolerancia de estas expresiones humanas, convirtiéndolas en “tabúes”. Estos grupos que optan por la diversidad sexual son ubicados como anormales o, simplemente, parias de una sociedad en vías de transformación, que requiere revisar constantemente el tipo de democracia que construye.


Conclusiones

Desde la exclusión hacia una ciudadanía sexual. La defensa de los dos carabineros En síntesis, la novedad imposible va produciéndose a través de diversos acontecimientos que comienzan por un primer acto que se constituye con la expulsión de los uniformados al hacer pública su condición sexual. El segundo acto, lo compone la denuncia por discriminación y homofobia. El tercero, su constitución en agentes de la defensa de sus derechos hasta los acuerdos para la reparación.
Los sujetos que demandaron: Salgado y Rivas se reunieron con la Subsecretaría de Carabineros para solicitar garantías al gobierno. A través de esta gestión lograron un apoyo del movimiento de integración y liberación homosexual (MOVILH), exponiendo y denunciando con pruebas, atropellos a los derechos de seis ex uniformados, entre éstos un ex integrante de Investigaciones, otro de Gendarmería. Juntos buscaron ayuda y orientación en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Acciones que movilizaron a representantes de distintos estamentos del gobierno que manifestaron apoyo a su causa, algo trascendental para todos los sectores excluidos. La comisión pidió al Senado que aprobara en breve el proyecto de ley que establece medidas contra la discriminación, iniciativa que incluye a la “orientación sexual” y al “genero” como categorías protegidas, tras una lucha de 10 años liderada por el MOVIHL.
La agencia se logra ocupando los espacios públicos y los dispositivos de poder disponibles para la ampliación de la ciudadanía. Desde la denuncia inicial se produce un debate público sobre la homofobia policial, poniendo en el escenario un debate nunca visto desde la apertura a la democracia. Frente a estos acontecimientos, queda explícita la capacidad de agencia de los ex carabineros, ya que operan generando-subvirtiendo conexiones, actuando, conectando, desconectando y reconectando nuevos significados para su opción sexual y nuevas posibilidades de derechos ciudadanos, no sólo para ellos, sino para todo el colectivo de minoría sexual uniformada (Ema, 2004).
Su agencia les permita pasar de sujetos excluidos y discriminados hacia la construcción de protagonistas de sus alternativas de vida, que les facilita enfrentar o actuar la adversidad. En consecuencia, también, generaron nuevas subjetividades, se enriquecieron sus formas de pensar y actuar ante situaciones negativas. Su agencia ofrece perspectivas de cambio a otros ex miembros de Carabineros que habían sido sujetos de las mismas violaciones a sus derechos.
Con Foucault, sabemos que no existe sujeto-agente antes del poder, de tal manera que pueda ser coaccionado por éste. El poder está presente en las microfibras de las relaciones sociales y, en este caso, en el contexto de la institución de Carabineros, en los distintos niveles de las jerarquías, dependiendo de la capacidad de agencia de sus miembros.
Finalmente, como el acta de “renuncia voluntaria” ya estaba firmada, los dos funcionarios homosexuales debieron recomenzar sus vidas, ya no como carabineros sino como ciudadanos homosexuales: Frente a esta situación, el Ministerio de Educación les otorgó una beca para que pudiesen estudiar para así ejercer otra profesión, además de esperar que la justicia diera el pie para reintegrarse en la institución (El Mercurio de Santiago, 2007).
La agencia de estos dos ahora ciudadanos homosexuales, no quedó en la referida beca; con el apoyo del MOVILH y del abogado Alfredo Morgado, solicitaron la re integración a la institución el 3 de julio de 2008, haciendo referencia a que se respetaran las palabras del señor Bernales acerca de que Carabineros no discriminaba. En tanto, en el caso de otros funcionarios de instituciones policiales como el de César Contreras, quien envió su solicitud el 25 de marzo, aún no ha recibido respuesta, al igual que Rivas y Salgado, quienes han sufrido el peso de ser homosexuales en Chile y a la espera de lo que dictaminen las autoridades respecto a su situación.
En los debates públicos y legales, durante el 2007 no hubo ninguna autoridad en ejercicio de las Fuerzas Armadas o de Orden que relativizara el derecho de las minorías sexuales a ser parte de esas instituciones, tanto así que Carabineros se vio en la obligación de emitir declaraciones expresas sobre la materia, aún cuando se negaron las ilegítimas y comprobadas prácticas que se venían cursando para expulsar a quienes eran identificados como gays. Así, en el 2007 quedó claro para toda la ciudadanía que las minorías sexuales pueden ser parte de las Fuerzas Armadas y de Orden, y que además no existe ninguna normativa o principio ético o moral contrario a ello y de eso debieron en forma inédita dar garantías los Altos Mandos ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados (Informe MOVILH, 2007).

Notas y referencias
Este trabajo es el producto final de reflexiones teóricas logradas durante el curso de Psicología Social Contemporánea de la Carrera de Psicología de la Universidad Católica del Norte.

* Jimena Silva Segovia Psicóloga, Doctora en Antropología Sociocultural y Clive Echagüe Alfaro Estudiante de 4º año de Psicología, Universidad Católica del Norte.

Este articulo originalmente fue publicado en la Revista Tercer Milenio, de la escuela de periodismo de la Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile.
http://www.tercermilenio.ucn.cl/tercer%20milenio%2017/art08.html


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