martes, 4 de agosto de 2009

Jimena Silva, Investigadora social: Comprometida con la realidad


La entrevista apareció publicada originalmente en la web de Tell magazine el 20 de Diciembre de 2008.

Esta mujer ha dedicado su vida a la investigación de temas sociales, muchas veces complejos, y que el común de la gente desconoce. En esta entrevista nos entrega, de manera franca y directa las conclusiones de un estudio de género sobre la realidad de las trabajadoras sexuales en la región, y que hace pocos días presentó a través de un libro.


Por Percy Peña Vicuña

La casa de Jimena Silva tiene olor y color a Latinoamérica. La gran cantidad de libros y recuerdos de sus estadías en lugares como Bolivia y México son muestra de su compromiso con las problemáticas del continente y de su afán por descubrir la construcción del “sujeto social” desde su mirada profesional como psicóloga social y antropóloga.

Es precisamente en el marco de esta labor que durante diciembre presentó, junto a un equipo de investigadores, el libro Tacones cercanos, un estudio de género sobre las mujeres en el comercio sexual en la Región de Antofagasta. Para su realización se contactaron con trescientas personas a través de encuestas, entrevistas e informantes claves institucionales.

¿Cómo surge la idea de este proyecto?
Sernam recoge la necesidad de investigar el comercio sexual y las inequidades con las mujeres que están en ese medio. Es importante darse cuenta que es una actividad que le da una visón retrospectiva al rol de la mujer en las salitreras, en el ámbito minero, al lugar que ocupan ellas en esta vida social y de sociabilidad del hombre minero, que es el cabecilla de la economía regional. Entonces, esta problemática se viene arrastrando —no estudiada— desde hace mucho tiempo, casi toda la vida que tiene el norte.

¿Habías trabajado en esta temática antes?
Sí. En el año 1998, hicimos un primer estudio, donde estuvo involucrada la Escuela de Psicología de la Universidad Católica del Norte (UCN), la Escuela de Psicología y el Programa de Género de la Universidad José Santos Ossa. Yo venía recién llegando a Chile y me pareció sumamente importante involucrarme con un equipo de investigación que estuviera trabajando con la problemática de estas mujeres que yo había estudiado en mi tesis de licenciatura, en la cual desarrollé la historia de vida de una mujer que ejercía el comercio sexual en las Minas de Potosí.

¿Y cómo surge tu interés por el tema?
Siento que ellas están sub-representadas en todas partes del mundo, y aunque existen sindicatos de mujeres trabajadoras sexuales, como la Asociación Ángela Lina de Santiago, en términos de derechos ciudadanos, estas mujeres nunca han tenido logros. En distintas épocas, aquí al norte han llegado mujeres de todas partes de Latinoamérica, pensando encontrar nuevas fuentes de trabajo y mejor calidad de vida.

Es decir que estas mujeres vienen buscando un trabajo tradicional, pero al no encontrarlo recurren al comercio sexual…

La mayoría. Al realizar la investigación encontré que, actualmente, existen estratos: la mujer joven en la calle, la niña en la calle, la mujer de locales nocturnos, en café con piernas, en shoperías, en salas de cerveza, en hoteles, en saunas, etcétera. Además, están aquellas de un nivel mucho más alto que pertenecen a agencias, las escorts, la que aparece en la prensa, la que tiene un servicio telefónico y, más arriba, se encuentran las universitarias que tienen una cartera de clientes de un rango muy alto y las que están en catálogos. Entonces, encontramos distintos niveles e intensidad de problemáticas de tipo sociocultural, económicas en la construcción del sujeto.


¿Existe un factor común?

Aunque hay una evolución en el sentido de lograr una clasificación de estas mujeres, todas ellas viven una sub-representación como personas.

Independiente de la posición en que se encuentren en la pirámide…

Cada una está inmersa en este ambiente por distintos factores. Y sí encontramos mujeres que logran ahorrar y que toman la decisión, por sí mismas, de quedarse. Incluso universitarias han declarado que, aunque saquen el título, ellas se van a mantener en este sistema, porque el trabajar como profesionales no les dará jamás la cantidad de ingresos que tienen. Esas mujeres se cuidan muchísimo, poseen isapre y planifican su jubilación. De esa manera se autogestionan y son muy autónomas.
Sin embargo, ahí se produce un debate que tiene que ver con los derechos humanos y con la posición de las mujeres en las relaciones sociales de convivencia y las relaciones de género. Se discute sobre el reconocimiento de esta actividad como un trabajo, rebatida por grupos feministas, quienes ponen en cuestión al comercio sexual, ya que siempre, aunque sea en cualquier ocasión o circunstancia, es una forma de explotación hacia las mujeres. El hecho de ofrecer un servicio sexual las convierte en objeto. Por lo tanto, es una discusión complicada.

“Pero existe una tercera posición y es en donde yo puedo ubicarme. Esta señala que el comercio sexual siempre será una explotación hacia las mujeres. Esa es mi postura.”


¿Tú logras tomar una posición ante este debate?
Durante la investigación se hace importante plantear cuál va a ser nuestra posición para enfrentar las entrevistas, resultados y encarar el foco teórico-metodológico. Junto a Jaime Barrientos, pudimos dilucidar que de la situación de Europa se desprenden dos frentes: legalizar esta actividad, ya que lo consideran un derecho voluntario, y en el sector abolicionista, la prohibición del comercio sexual como una relación social de convivencia.

Pero existe una tercera posición y es en donde yo puedo ubicarme. Esta señala que el comercio sexual siempre será una explotación hacia las mujeres. Esa es mi postura, una que es crítica al hecho de construir ese tipo de género y es, precisamente, porque vulnera los derechos humanos de las mujeres.

“Las mujeres que ejercen el comercio sexual, tienen su ciudadanía restringida, vigilan su comportamiento para luego ser excluidas y estigmatizadas, a tal punto, que recae en sus hijos, pareja, como una especie de manto satanizado.”


¿Cómo se logra tomar una postura?
Analizando todas las posibilidades. Debo decir que es muy difícil abolir la prostitución, precisamente por cómo están organizadas las sociedades: piramidales, de subordinación, con un modelo de hegemonía potente y donde aún no se ha logrado que las políticas públicas legislen a favor del reconocimiento ciudadano de estos grupos de mujeres.

Es importante reconocer a estas mujeres y ubicarlas como sujetos de derechos: ciudadanos, con derecho a jubilación y un reconocimiento de los sistemas de salud como personas y no como un grupo que tiene un carnet sanitario. Mientras esto no ocurra, sigue siendo una explotación, porque están en un plano segregado que necesita ser atendido de una manera específica sanitaria.
Las mujeres que ejercen el comercio sexual tienen su ciudadanía restringida, vigilan su comportamiento para luego ser excluidas y estigmatizadas, a tal punto, que recae en sus hijos, pareja, como una especie de manto satanizado, en donde se les ve como las portadoras del Sida, las que transmiten enfermedades venéreas, las destructoras de hogares. Además, están cuestionadas por la iglesia, por las otras mujeres, maltratadas por los patrones, sometidas a presiones, se les retienen a veces sus pasaportes, se les obliga a consumir alcohol, drogas, etcétera. Por todo eso es muy complicado ponerse en la posición de legalizar la “actividad” sexual, más si se considera el país conservador en que vivimos y la sociedad doble estándar de Latinoamérica.

¿Qué pasa con las parejas formales de estas mujeres?
Muchas chicas que están en el comercio sexual tienen extra cuidado con los clientes y usan siempre preservativo, pero no sucede lo mismo con sus parejas.

El reservar una relación coital sin preservativos para ellos es una nueva forma de probar su amor, pero se ponen en un gran riesgo. Ellas usan condón, tienen el carnet de salud, etcétera, pero cuando les preguntamos si también es así con sus parejas, ellas responden que no porque son fieles a ellos. “Yo tengo pareja única”, dicen.


TACONES CERCANOS

¿Quiénes participaron el proyecto?

Yo soy la consultora y coordinadora que hace la dirección del enfoque teórico metodológico, el cual es, precisamente, la garantía de que exista la perspectiva de género y que se haga un análisis desde el punto de vista socio-construccionista.

En este estudio se hizo un trabajo de terreno finísimo porque trabajamos en night clubs, cafés con piernas, shoperías y cervecerías de las nueve comunas. Tuvimos pocos resultados en las localidades más alejadas como Ollagüe, Sierra Gorda y María Elena, donde era muy complejo. Fue en Antofagasta y Calama donde encontramos mayor resonancia y más problemáticas.

El trabajo completo duró un año y el libro ya se encuentra en Antofagasta. Mi equipo lo conforman: Jaime Barrientos, Siu Ling, Patricio Mesa, Carmen González, Leila Méndez e Isabel Alegría. Todos y todas son profesionales de la Universidad Católica del Norte y la capacidad que tienen da cuenta del compromiso y calidad para ser rigurosos con la investigación. Además, nos asesoraron Irma Palma, de la Universidad de Chile, y Michelle Boson, del Instituto Nacional de Estadísticas de Francia.


HISTORIA DE VIDA

Jimena es psicóloga de la Universidad Mayor de San Simón en Cochabamba, Bolivia. Sin embargo, gran parte de su vida la ha pasado en Chile y en Antofagasta, donde llegó a los seis años.

Cuenta que su familia era de Chiloé, pero su padre se trasladó hacia Antofagasta como académico de la Universidad de Chile y promotor de la cultura en la ciudad. Hablamos del destacado profesor Osvaldo Silva Castelló y de María Segovia, actriz del Teatro Pedro de la Barra, que debieron dejar el país tras el 11 de septiembre de 1973.

Jimena se queda en Chile y se traslada a Santiago donde realiza sus primeros estudios, pero la inestabilidad política y social reinante le hace tomar la decisión —a los 26 años, con esposo y tres hijos— de radicarse en Bolivia.
En ese país retoma sus estudios de psicología y comienza a trabajar con las poblaciones indígenas, específicamente en la temática de los derechos humanos, produciendo varios documentales sobre la realidad campesina. Dirigió una revista bilingüe y realiza una especialidad corta en Bélgica, donde toma cursos en la Universidad de Lovaina sobre los métodos de biografías y la psicología social.

“A partir del año 88 comencé a hacer investigaciones etnográficas, investigación cualitativa, a estar vinculada profundamente con las comunidades, hasta que muere mi padre. Él fallece en 1996, en Venezuela, de un cáncer. Siempre estuvo soñando con el retorno a Antofagasta, él quería volver al puerto para poder pintarlo; además, era muy comprometido con la vida humana de esta zona. Por lo tanto, sentí que me había dejado una tarea: que yo debía volver… y regresé ese año”.

Ya en Antofagasta participa en un homenaje a su padre y cuenta que ese evento le traspasó el alma, por lo que decide quedarse.

“Me empecé a vincular con los espacios, sigo viviendo en el mismo barrio donde vivía antes de irme a Bolivia, sigo bañándome en el Balneario Municipal, tal como lo hacía cuando niña, y sigo relacionándome con las personas que conocía antes. Eso es lo que me ha llevado a vincularme, profundamente, con la problemática de género, las mujeres, la búsqueda de la armonía en la pareja humana, poder negociar las diferencias, intentar ser uno mismo”.
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